Libro de la Alianza
         [011]

 
   
 

 
   
   Se da este nombre por influencia bíblica (Ex. 24.7) al Escrito que contenía las prescripciones de la Alianza del Sinaí. Se encuentra también la expresión en 2 Rey. 23.2, aludiendo probablemente a otro segundo escrito (acaso el Deuteronomio).
   Es muy probable que, al igual que otros pueblos, los primitivos israelitas, acaso antes de que emigrarán hacia Canaán, la tierra por Dios prometida, tuvieron códigos escritos conforme a los cuales se juzgaban los hechos, se dictaban las sentencias, se formulaban los contratos, o se realizaban los cultos religiosos. Se usaban en Mesopotamia (Código de Hammurabi) y también existían en Egipto (Libro de los Muertos), zonas de influencia en toda la región en cuya encrucijada se movía Israel.
   Siendo la Biblia redactada en su forma actual a la vuelta de la Cautividad, el templo se restauró como centro de vida.
   En esta restauración no sólo se realizó la tarea material, sino que cultual y legal­mente se configuró la nueva sociedad teocrática del pequeño Estado de Judá, la cual rigió hasta la venida del helenis­mo, después de la muerte de Alejandro Magno el 323 en Babilonia. Los dos siglos anteriores conocieron una organización progresiva y autónoma en Judá, teniendo por centro el reconstruido templo de Jerusalén. En ella hay que situar la estructuración de los libros bíblicos y el manejo de documentos propios traídos a Palestina desde Babilonia o llegados de los pueblos vecinos. La referencia al libro de la Alianza, luego organizado en Exodo, Levítico y Deuteronómico, late en lo que después lo biblistas llamarían fuentes: la E (Elohísta), la Y (Yaweísta), la P (Sacerdotal), la D (Deuteronómica).
    Aunque es cierto que en la cultura de los pueblos del entorno el concepto de libro era entonces muy frágil, el hecho de esa referencia al "Libro de la Alianza" no resultaba ni ajeno ni desconocido.